El Ayuntamiento de Marbella realizó un concurso-oposición exprés basado en criterios mayoritariamente subjetivos y exigiendo un curso que sólo tenía el candidato seleccionado
El ayuntamiento de Marbella excluyó solicitudes presentadas en plazo y pidió un título que ya no existe en un concurso-oposición que resolvió, en tiempo récord, a favor de un candidato que llevaba varios años encadenando con contratos temporales. Un juzgado investiga el proceso porque uno de los candidatos presentó una demanda.
«Desgraciadamente, no tengo nada que perder. Tengo un currículum infinitamente superior al del seleccionado, que no ha salido en su vida de Marbella. Que no tengan el valor de quitarme lo que me he currado en mi vida». Álvaro Díaz habla con indignación desde Viena (Austria). Acaba de pasar unos días en España, sólo para acudir a un juicio contra el ayuntamiento de Marbella, al que acusa de diseñar un «traje a medida» en un concurso-oposición para coordinador de Cultura, celebrado a comienzos de 2018.
El elegido para el puesto fue Germán Borrachero, que desde 1993 era personal laboral en el consistorio, gran parte de ellos como responsable del Museo del Grabado. Borrachero había sido cesado a finales de 2016 por el tripartito de PSOE-IU-OSP, que decidió no renovar su contrato por motivos jurídicos. El PP recuperó a Borrachero tan pronto como volvió al poder, mediante el concurso-oposición, al que se presentaron al menos otros cinco aspirantes.
La demanda que ha interpuesto Díaz da cuenta de supuestas irregularidades en la convocatoria y desarrollo de aquel concurso-oposición. Además del testimonio de Díaz, eldiario.es/Andalucía ha recabado la versión de Álvaro Guzmán, otro candidato en aquel concurso, que asegura que fuentes bien informadas le animaron a desistir porque el puesto tenía «nombre y apellidos».
El ayuntamiento de Marbella no ha respondido a las preguntas de este medio, no acudió al juicio ni ha entregado el expediente que el juez le requirió el juez hace más de año y medio. Borrachero, por su parte, asegura que no sabe nada de la demanda y el procedimiento, impulsado por el abogado Alejandro García, de Rojano Vera Abogados. «Nadie me llamó para decirme que me iban a coger. Éticamente no lo hubiera consentido. Llevo trabajando desde 1993 con las administraciones de los dos signos», explica.
Convocatoria desaparecida
Álvaro Díaz se enteró a comienzos de 2018 de que el ayuntamiento de Marbella convocaba un concurso-oposición para cubrir una plaza de funcionario interino como Coordinador de Cultura, con «especial dedicación en el Museo del Grabado Español Contemporáneo«. Su familia vive en la Costa del Sol y estaba cansado de recorrer mundo, así que no lo dudó: «Pensé que después de tantos años era una buena forma de volver a España».
La primera irregularidad la detectó en la convocatoria. Está sin firmar y nunca fue publicada en ningún boletín oficial. Díaz la encontró en la web municipal, de donde desapareció en pocos días, según acreditan los pantallazos que ha aportado ante el juez.
Antes de que transcurriera el plazo para presentar solicitudes, el tribunal ya había publicado la lista provisional de admitidos. Para su sorpresa, estaba excluido porque el ayuntamiento había contado el plazo de presentación desde el mismo día en que publicó la oferta y no desde al día siguiente, como se prevé para cualquier procedimiento administrativo. Lo mismo le había pasado a Álvaro Guzmán. Ante las reclamaciones de Díaz, Guzmán y otro candidato excluido, el consistorio tuvo que rectificar.
Criterios mayoritariamente subjetivos
Para entonces, Díaz y Guzmán ya tenían sospechas del proceso. «Todos conocemos a gente, y a mí me lo dijeron claro: «Esto tiene nombre y apellidos, es un traje a medida». Que lo habían echado cuando entró el PSOE y lo querían recuperar», relata Álvaro Guzmán.
Las bases del concurso-oposición facilitaban la discrecionalidad en la elección. El 60% de la puntuación (15 de 25 puntos) se basaba en criterios subjetivos: diez puntos a la entrevista y cinco a un proyecto de programación cultural. «De esta forma queda garantizado que el Tribunal pueda favorecer a un determinado candidato, perjudicando a otros más capacitados, garantizándose además que nadie pueda prácticamente discutir su decisión», dice la demanda.
Borrachero defiende que tenía «mayor conocimiento del terreno»: «Pesa mucho cuando presentas un proyecto tener tantos años de experiencia. Mi proyecto era muy ajustado a la realidad de nuestro entorno. Lógicamente también pasé la entrevista», explica.
En ambos apartados, fue con diferencia el candidato mejor valorado de los tres que llegaron al final del proceso, obteniendo ocho y cuatro puntos, respectivamente. Díaz obtuvo seis y tres.
Un curso de grabado que ya no existe
Borrachero también obtuvo la mayor puntuación por formación: 3,40 puntos por 1,30 de Álvaro Díaz. Para que eso ocurriera fue determinante que se concediesen dos puntos (sobre cuatro posibles) a un «curso de especialidad en técnicas de grabado». Díaz ha aportado al juez comunicaciones con doce escuelas de bellas artes que señalan que ese curso no existe. Sí existió, hace años, en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, donde estudió Borrachero. «Se puntuaban conocimientos de grabado, supongo que mis contrincantes podrían alegar conocimientos similares», señala Borrachero.
Sin embargo, no fue así. Díaz aportó en el proceso una carta de la Universidad Complutense donde se certifica que cursó la asignatura anual de Grabado (12 créditos) con Sobresaliente, y que esa «especialización» tiene «el mismo rigor y acreditación académica con el que se hicieran en otros centros españoles que tengan indicarlo de otras maneras alternativas». No le sirvió para nada.
Por su parte, Álvaro Guzmán fue excluido sin recibir ningún punto por CV ni por experiencia. Tiene 43 años y lleva más de veinte organizando eventos culturales. «Me va muy bien, he trabajado con muchas marcas y empresas y todo eso aparecía en mi CV, para que me lo puntúen con un cero… Un cero». Guzmán, que cursó asignaturas de Grabado durante la carrera, incluso aportó obras suyas. Tampoco le sirvió. «Algo sé, para que me lo puntúes a cero…».
También se concedían puntos por formación a priori tan ajena a los grabados como estar en posesión del Curso de Aptitud Pedagógica (CAP) y por haber realizado cursos de prevención de riesgos laborales. En cambio, no había puntos para el manejo de idiomas, en un municipio con mucha población extranjera.
«Creo que fue un proceso normal»
«Yo no quiero ser señalado políticamente. Creo que fue un proceso normal», insiste Borrachero, que dirige desde hace años el Museo del Grabado. Hasta finales de 2016, lo hacía encadenando contratos temporales, pero el tripartito del PSOE-IU-OSP puso fin a esa práctica. Fuentes socialistas explican que se hizo porque podía dictarse una sentencia que obligara al ayuntamiento a incorporarlo como indefinido. Es, de hecho, lo que está sucediendo con cientos de contratados temporales, como ha contado eldiario.es/Andalucía. «Se decidió no prorrogar una situación irregular», explican.
Se creó entonces un vacío en la dirección del centro, que terminó con el regreso de Borrachero, ya como funcionario.
Por su parte, Díaz trabaja ahora como codirector de una organización cultural educativa austriaca. Es su enésimo trabajo en el extranjero, donde ha pasado gran parte de su vida académica y profesional.
Dice que ha iniciado esta batalla porque la considera justa. «Aunque me diesen el trabajo, ahora no lo quiero». Tampoco está dispuesto a aceptar determinados trabajos para volver a España: «No voy a trabajar en un puesto muy inferior porque hacen oposiciones con fondos públicos a medida para amiguetes. Los jóvenes tenemos por lo menos la dignidad de que nos sacamos nuestros títulos. Luego ves a los camareros con doctorado tratados como mierda».
Álvaro Díaz cuenta que volvió de Los Ángeles para estar más cerca de sus padres, pero comprobó que la convocatoria de Marbella ya tenía el final escrito. «Tal y como plantearon las oposiciones, yo gano. Si quieren hacerlas de otra manera, a lo mejor gana él. Yo busco justicia y que la gente se entere de que estaba todo amañado».